jueves, 12 de enero de 2012

Rojo y Negro de Stendhal



Lejos de ser un "Stendhalista", no pretendo hacer una crítica a este clásico de la literatura francesa y universal, más que reseñar lo que considero auténtico y valioso en la obra.

El compartido "héroe" Julien Sorel, el plebeyo joven provinciano, hijo de un carpintero, es el protagonista de la historia. A partir de este personaje, que ha sido creado al parecer buscando un equilibrio entre virtudes y cualidades intelectuales, así como las inseguridades y miedos de un muchacho de extracción humilde que se ve enfrentado al mundo real a una corta edad, Stendhal empieza el desarrollo de la extensa obra, que se dividió en dos volúmenes y cuya segunda parte (todo parece indicar), solo fue escrita una vez publicada la primera.

Con el joven Sorel como protagonista, y siempre teniendo como característica su extraordinaria avidez y ocasional orgullo, la novela toma lugar en el condado ficticio de Vèrrieres, donde Sorel, quien con frecuencia es referido por Stendhal como "nuestro héroe", en una posible alusión quijotesca; se empieza a destacar como un aventajado muchacho que ya recita el nuevo testamento en latín, y en un aspirante a ingresar al seminario, bajo el auspicio del párroco del pueblo (Chélan).

"¡De manera -pensaba Julien oyéndoles reír en la escalera - que me ha sido posible ver el extremo opuesto de mi situación! Yo que no llego ni a tener ni veinte luises de renta, me he encontrado al ladito de un hombre que tiene veinte luises de renta cada hora, y se burlaban de él... Ver esto cura de la ambición."

Stendhal, comparte la suerte de su personaje con el lector, llevando gran parte de la obra (por no decir que toda) al plano de la novela psicológica. Los personajes son marcadamente introspectivos, y es que en realidad dan para esto. No es una casualidad lograda con el transcurrir de las páginas, por el contrario parecen elaborados, para necesariamente tener que quedarse con ellos mismos y verse introducidos en sensatos debates internos, casi en cada página.

También puede ser una novela realista, a pesar que muchas alusiones y citas de hechos reales y propios de la época, son desacertadas y anotadas de manera descuidada, tal vez a propósito, como un artículo del Código Penal Francés, que ni siquiera existía. Lo cierto es que la vida de Julien Sorel a lo largo del libro cae en altibajos que son evidentemente aburridos o sosos, pero que Stendhal no tiene reparo en relatar detalladamente, a costa de su propia irrelevancia. El escritor detrás de Stendhal, comparte con el lector la lentitud de esas páginas, diciendo que la misma vida de Sorel se volvía repetitiva en ocasiones. ¿Qué prentendía Stendhal con estas afirmaciones? Lejos estamos de saberlo. Muy Cervantino eso de compartir tanto con el lector la suerte de la historia, al punto de mostrarle las partes normales y diarias de la vida misma. O tal vez, tan solo una osadía o una maroma literaria, para pasar junto al lector los momentos de trámite de esta.

"Pero esos salones sólo son buenos para ver cuando se solicita algo. Sin duda el lector participa del aburrimiento de esta vida insípida que llevaba Julien. Son los páramos de nuestro viaje".

Sea como sea, resulta encantador ese acto de humildad del autor, de deshacerse de la pretensión de sabiduría y perpetuo absolutismo en su obra. Rescato el carácter humanista de compartir con el lector el desarrollo de la novela.

La primera prueba de fuego de Julien consiste en desempeñarse como preceptor de los hijos del alcalde del pueblo (Señor de Rênal), y ya a nivel muy personal de enamorar a su esposa (Señora de Rênal). Esta trama abarcará casi todo el libro primero, y lo verá enfrentado a ese ir y venir interno de arrojo e inseguridad tan característico en el personaje hasta el final de la obra, siempre en un afán por simbolizar la diferencia social tan marcada en la Francia del siglo XIX.

"Precisamente el día en que aquella carta real de Mathilde le sacó de unos sueños tan juveniles, después de haber estado pensando largo rato en matar a Julien o en hacerle desaparecer, había empezado a soñar con prepararle un brillante porvenir. Le hacía tomar el nombre de una de sus tierras; ¿y por qué no transmitirle su propio señorío?"

Su posterior paso por el seminario, el desencanto hacia esa actividad, la incredulidad hacia la iglesia, la religión y la misma negación de Dios al final de sus días, hicieron de "Rojo y Negro", uno de los libros contenidos en el "Index Librorum Prohibitorum", hasta que la restricción a la lista se levantó en 1966, bajo Pablo VI. Stendhal se vale de su relación con la masonería para describir reuniones y misiones que el joven Sorel deberá cumplir para el Señor de la Mole, su nuevo jefe, a cuya hija conquistará. Esa será la gran victoria material de Julien Sorel, el conseguir el amor de una joven aristócrata parisina (Mathilde). El enfrentar a su padre indirectamente a través de la aceptación que esa joven tiene hacia él, un joven campesino que habla latín.

" No tiene el culto por las buenas familias, es cierto, no nos respeta instintivamente... Es un fallo; pero en fin, como buen seminarista su corazón no debería irritarse más que por la falta de placeres y de dinero. Él, sin embargo, no puede soportar el desprecio por nada en el mundo."


La concepción del amor, trasciende lo literario, va más allá de de lo predecible en una novela de tercera persona. Se aprende a leer los sentimientos más allá de las reflexiones internas, pues en estas se le deja al lector la sensación de un conflicto personal que puede tomar un curso, pero que finalmente sorprende y vuelca la trama con determinaciones intempestivas y en ocasiones impulsivas que no dan tiempo al narrador para comentar lo que pasará. Esos cambios de ritmo inesperados, hacen que "Rojo y Negro" suba y baje en emociones, sea lenta y rápida a la vez. Stendhal se vale de pequeñas citas al comienzo de cada capítulo que  dejan entrever lo que viene. Maravillosa forma de dar un pie de inicio a cada relato.

"La soledad completa de aquella vida de viajero hacía que el poderío de esa imaginación pesimista fuera mayor aún. "¡Qué tesoro sería un amigo! Pero -se decía Julien-, ¿acaso hay un solo corazón que palpite por mí? Y aunque tuviera un amigo, ¿acaso el honor no me obliga a guardar un silencio eterno?"

Solo al final, y después de enseñarnos a Sorel tal vez como el más humano de los humanos, es posible entender su historia y a la misma Señora de Rênal. Quien está dispuesto a acompañarlo más allá de la muerte,  mientras Mathilde, quien fuera el trofeo a la lucha por las ambiciones terrenales, se queda con él también, pero a su manera, o mejor de la única que le es posible.

Un clásico, que como tal, puede gustar o no. Para algunos puede parecer sobrevalorado, o sobredimensionado, pero pocas novelas como esta, describen la magnificencia de la Europa del Siglo XIX, y tal vez pocas también, tiene la facultad de darnos dos personajes tan ambivalentes como Julien Sorel y la Señora de Rênal, capaces de todo, de la muerte por amor.





Citas tomadas de: Stendhal, Rojo y Negro, RBA Editores, Barcelona 1991. Tr. Carlos Pujol y Tania de Bermúdez-Cañete.

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